domingo, 27 de abril de 2008

2. El Latín, nuestro idioma

En el año 218 a. C. desembarcó en Ampurias un ejército romano que venía a combatir contra los cartagineses, en la guerra que la ciudad de Roma sostenía contra éstos. Así comenzó una dominación que había de durar más de seis siglos.
Hispania fue declarada en seguida provinicia romana, y sus conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y explotando sus recursos humanos y naturales. Los hispanos, que se vieron obligados a incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron de aprender, entre otras muchas cosas, el idioma de éstos. Aunque las viejas lenguas prolongaron su vida en algunos lugares durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso de una lengua oficial común, que a la vez era indispensable para la relación con los dominadores.
¿Qué lengua hablaban los romanos? Como la ciudad de Roma está situada en la región del Latium -que fue al primera frontera de la expansión romamana-, su lengua se ha llamado latina.
El latín es una de las lenguas itálicas, grupo de lenguas hermanas habladas en la península de este nombre unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior, el itálico, la cual sólo conocemos a través de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la lengua indoeuropea es tambíen a través de sus descendientes: se conoce su existencia -que hubo de ser en época muy remota, anterior a los milenios a la invención de la escritura- por las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí geográficamente, semejanzas que sólo son explicables suponiendo un origen común. Así se sabe que, al lado del latín -con toda su descendencia- y las otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas célticas -tanto las que se hablaron en Hispania prerromana como las que hoy perviven en las Islas Británicas-, el griego, el albanés las lenguas germánicas, y las eslavas. Casi todas las lenguas de Europa pertenecen, pues, como el latín, a la familia indoeuropea.
Dentro de este árbol genealógico, el latín tuvo un destino muy singular. Empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la Península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antigüedad.
Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en Francia, en Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevoron los españoles, los portugueses y los franceses.
Un hecho religioso importante, el establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dió lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio Romano -desde el s.III hasta nuestros días- como lengua universal de la Iglesia católica.
También , la lengua latina alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la gran culturaq griega ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como consecuenmcia de esto, mucho después de la desaparición del Imperio romano, una larga época de la cultura moderna -del s.XV al XVIII-, recuperado el latín y las obras maestras de la poesia y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la Edad Media, como lengua universitaria y científica.
Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y como lengua eclesiástica es completamente artificial, a diferencia de la verdadera continuación que son las lenguas neolatinas, es decir, las "nuevas lenguas latinas", que también se llaman románicas o romances, y son : el francés, el provenzal, el italiano, el retrorrománico o romanche y el rumano, además de las lenguas que ahora se hablan en la Península Ibérica (a excepción del euskera).

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