La primera noticia que se tiene de la existencia de un dialecto castellano corresponde al siglo X. Era al principio sólo el dialecto que se hablaba en unos valles al Nordeste de Burgos, lindantes con la región cantábrica y vasca.
¿Cómo creció desde su humilde cuna hasta llegar a ser una de las grandes lenguas del mundo? La situación de aquella primera Castilla, tierra de fortalezas, línea defensiva de los reyes de León, expuesta constantemente al peligro enemigo moro, constituida por gentes que no se sentían ligadas a una tradiciónm romano-visigoda, dió a los castellanos un espíritu revolucionario, que se reflejó en su política, costumbres y lenguaje.
El dialecto castellano presentaba una personalidad muy marcada frente a los otros dialectos peninsulares. Se formaba en una zona más débilmente romanizada que los otros, y por eso estaba más vivo en el recuerdo de viejas lenguas.
Mientras en el romance de otras regiones pesaba una fuerte romanización, en el castellano, que nacía en una tierra agreste y malamente comunicada, no se sentía ligada a ninguna regla ni tradición que perjudicara su evolución. Esta es la explicación de sus innovadoras características frente a otros dialectos.
A medida que Castilla aumentaba su poder político y la Reconquista avanzaba, el castellano se enriqueció con numerosos vocablos. Esto debió ocurrir sobre todo con el mozárabe, vía de penetración del ingrediente de originalidad del castellano frente a los idiomas rómanicos de fuera: el arabismo.
La presencia en la Península de los musulmanes durante más de ocho siglos había de dejar necesariamente la huella de su lengua. El mayor peso de la influencia árabe debió darse en los primeros siglos de dominación cuando su cultura era increiblemente superior a la pobrísima de los reinos cristianos. Todavía hoy, numerosas palabras del árabe dan a nuestra lengua un matiz exótico. Se ha calculado en un 8% el total de arabismos en nuestra lengua.
De este se deduce la doble acción llevada a cabo por el castellano:
1º. Acción disgregadora: presentaba muchísimas particularidades que producían una desigualdad con los demás romances.
2º. Acción integradora: adaptaba a su caudal léxico vocablos procedentes de otras lenguas a las que se sobreponía.
Esto era consecuencia del desarrollo de Castilla como potencia política. Pero la consecuencia más importante fue la creación de una "forma literaria" del castellano, transformndo éste dialecto en una verdadera lengua.
Este cambio puede fecharse en el s.XIII. Hasta entonces sólo existían los cantares de gesta -el Cantar del Mio Cid- difundida en una lengua que buscaba una unidad, ya que estos cantares se difundían por todas las regiones. Este lenguaje de los cantares de gesta fue el primer paso hacia el establecimiento del castellano.
Pero el momento decisivo de la unificación y fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en su corte eran de caracter culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se difundieron en castellano.
El hecho de utilizar el castellano como lengua culta, llevaba consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un instrumento útil de expresividad como lo demuestran los dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499).
Por ésta misma época (descubrimiento de Ámerica), Antonio de Nebrija había escrito ya la primera gramática del castellano (1492).
Por estos años también se toma español como sinónimo de castellano. Y, en efecto, fueron muchos los escritores no españoles que utilizaron el español en sus obras.
En el s.XVI y siguiente, se produce una de las cumbres literarias del español. Son los años de los grandes clásicos: Garcilaso de la Vega," el Lazarillo de Tormes ", San Juan de la Cruz, Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo.
Los siglos posteriores han dado al español valores literarios comparables a los clásicos.
Hoy, la lengua española es hablada por cientos de millones de personas. Corre el riesgo de fragmentarse en varios brazos. Si así fuese se repetiría el mismo ciclo que con el latín, pero la unidad entre los distintos países, es decir, un desarrollo serio, aseguran la supervivencia del español.
domingo, 27 de abril de 2008
3. El nacimiento del Romance
En ninguna lengua habla igual el nacido en una región que en otra, ni un hombre culto habla igual que un analfabeto, ni tampoco se habla igual que se escribe.
Estas diferencias son más notables en unas lenguas que en otras. Y en el latín eran mayores que lo son en el español de hoy. Se llama latín vulgar la forma hablada por el pueblo de Roma y de las diversas provincias y colonias. Y es este latín, y no el usado por los escritores -latín clásico-, el que fue evolucionando poco a poco en todos esos territorios hasta llegar a las actuales lenguas románicas.
Pero el latín vulgar presentaba modalidades distintas según los lugares. La fecha del comienzo de la conquista de un territorio determinaba que en su lengua tuviese rasgos más arcaicos, o más modernos. Otro factor influyente era la procedencia de una región u otra itálica que predominase en los soldados que ocupaban el país. Otro era la mayor o menor distancia, la mejor o peoor comunicacion con la metrópoli. Otro era, naturalmente, la lengua nativa de los habitantes sometidos, que introducían algunos de sus hábitos de pronunciación y parte de su vocabulario en el latín que ellos hablaban.
Pero al llegar el s.V, la invasión de todas las provincias romanas de Occidente por los pueblos germánicos, aisló cada provincia de las demás y fue tomando más fuerza el latín hablado en cada una de ellas.
De todos modos, en los lugares dónde más influencia habían tomado la lengua y la civilización latina, fueron éstas abarazadas por los conquistadores. Hispania fue uno de los sitios dónde ocurrió esto. El pueblo germánico que más fijamente se afincó en las Península, los visigodos, aunque no abandonó muchas de sus costumbres, se romanizó bastante, sobre todo a partir de su conversión al catolicismo.
Pero esta mezcla de dos culturas tampoco se pudo realizar sin la marca germánica en el idioma.
Por otra parte también era inevitable que los hispano-romanos adquiriesen, no sólo usos nuevos, sino también voces nuevas. En realidad, ya antes de las invasiones del s.V el latín general del Imperio había tomado de los germanos algunas palabras que aun viven en las lenguas románicas. A ellas se unieron en la Península otras en la época de los visigodos.
Durante la época visigoda se inició en Hispania el crecimiento del vulgarismo en el latín hablado en ella, como consecuencia de los dos factores que favorecieron en toda la Europa romana invadida por los germanos: descenso de nivel cultural y aislamiento. Pero no sólo se produce una evolución respecto al latín clásico, sino que sigue diferentes caminos según las regiones. A partir de ahora se puede hablar de la existencia de unos dialectos del latín hispánico. Es el nacimiento de las lenguas romances de la Península.
Sin embargo hasta pasados varios siglos no se aclaran suficientemente los distintos dialectos. Alrededor del año 95O, dos tercios de la Península están en poder de los musulmanes. En todo Al Andalus la lengua oficial de los dominadores, el árabe, hablan su latín vulgar. Como estos hispanos que habitaban en territorio árabe se llamaban mozárabes, mozárabe es el nombre que se da tambíen a su lengua. En ella están redactados los primeros textos literarios en lengua romance: las jarchas.
El mozárabe, fue desaparenciendo poco a poco a medida que sus hablantes, al avanzar la Reconquista, eran incorporados a los reinos cristianos del Norte y adoptaban su lengua, que eran otros romances.
Los romances avanzaron hacia el Sur a medida que los territorios se expandían. Uno de estos romances será el que dará lugar al Castellano.
El Castellano, el dialecto de un pequeño rincón de la frontera oriental del reino leonés, zona militar batida por los asltos de los musulmanes, empezó siendo un bárbaro lenguaje que motivaba las risas de los cortesanos de León. Castilla, primero condado dependiente de los reyes leoneses, después estrado soberano, asumió la iniciativa de la Reconquista en la Meseta y acabó sometiéndose politicamente a León. El dinamismo castellano no sólo avanzó hacia el Sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre el Oeste y el Este cristianos.
Estas diferencias son más notables en unas lenguas que en otras. Y en el latín eran mayores que lo son en el español de hoy. Se llama latín vulgar la forma hablada por el pueblo de Roma y de las diversas provincias y colonias. Y es este latín, y no el usado por los escritores -latín clásico-, el que fue evolucionando poco a poco en todos esos territorios hasta llegar a las actuales lenguas románicas.
Pero el latín vulgar presentaba modalidades distintas según los lugares. La fecha del comienzo de la conquista de un territorio determinaba que en su lengua tuviese rasgos más arcaicos, o más modernos. Otro factor influyente era la procedencia de una región u otra itálica que predominase en los soldados que ocupaban el país. Otro era la mayor o menor distancia, la mejor o peoor comunicacion con la metrópoli. Otro era, naturalmente, la lengua nativa de los habitantes sometidos, que introducían algunos de sus hábitos de pronunciación y parte de su vocabulario en el latín que ellos hablaban.
Pero al llegar el s.V, la invasión de todas las provincias romanas de Occidente por los pueblos germánicos, aisló cada provincia de las demás y fue tomando más fuerza el latín hablado en cada una de ellas.
De todos modos, en los lugares dónde más influencia habían tomado la lengua y la civilización latina, fueron éstas abarazadas por los conquistadores. Hispania fue uno de los sitios dónde ocurrió esto. El pueblo germánico que más fijamente se afincó en las Península, los visigodos, aunque no abandonó muchas de sus costumbres, se romanizó bastante, sobre todo a partir de su conversión al catolicismo.
Pero esta mezcla de dos culturas tampoco se pudo realizar sin la marca germánica en el idioma.
Por otra parte también era inevitable que los hispano-romanos adquiriesen, no sólo usos nuevos, sino también voces nuevas. En realidad, ya antes de las invasiones del s.V el latín general del Imperio había tomado de los germanos algunas palabras que aun viven en las lenguas románicas. A ellas se unieron en la Península otras en la época de los visigodos.
Durante la época visigoda se inició en Hispania el crecimiento del vulgarismo en el latín hablado en ella, como consecuencia de los dos factores que favorecieron en toda la Europa romana invadida por los germanos: descenso de nivel cultural y aislamiento. Pero no sólo se produce una evolución respecto al latín clásico, sino que sigue diferentes caminos según las regiones. A partir de ahora se puede hablar de la existencia de unos dialectos del latín hispánico. Es el nacimiento de las lenguas romances de la Península.
Sin embargo hasta pasados varios siglos no se aclaran suficientemente los distintos dialectos. Alrededor del año 95O, dos tercios de la Península están en poder de los musulmanes. En todo Al Andalus la lengua oficial de los dominadores, el árabe, hablan su latín vulgar. Como estos hispanos que habitaban en territorio árabe se llamaban mozárabes, mozárabe es el nombre que se da tambíen a su lengua. En ella están redactados los primeros textos literarios en lengua romance: las jarchas.
El mozárabe, fue desaparenciendo poco a poco a medida que sus hablantes, al avanzar la Reconquista, eran incorporados a los reinos cristianos del Norte y adoptaban su lengua, que eran otros romances.
Los romances avanzaron hacia el Sur a medida que los territorios se expandían. Uno de estos romances será el que dará lugar al Castellano.
El Castellano, el dialecto de un pequeño rincón de la frontera oriental del reino leonés, zona militar batida por los asltos de los musulmanes, empezó siendo un bárbaro lenguaje que motivaba las risas de los cortesanos de León. Castilla, primero condado dependiente de los reyes leoneses, después estrado soberano, asumió la iniciativa de la Reconquista en la Meseta y acabó sometiéndose politicamente a León. El dinamismo castellano no sólo avanzó hacia el Sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre el Oeste y el Este cristianos.
2. El Latín, nuestro idioma
En el año 218 a. C. desembarcó en Ampurias un ejército romano que venía a combatir contra los cartagineses, en la guerra que la ciudad de Roma sostenía contra éstos. Así comenzó una dominación que había de durar más de seis siglos.
Hispania fue declarada en seguida provinicia romana, y sus conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y explotando sus recursos humanos y naturales. Los hispanos, que se vieron obligados a incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron de aprender, entre otras muchas cosas, el idioma de éstos. Aunque las viejas lenguas prolongaron su vida en algunos lugares durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso de una lengua oficial común, que a la vez era indispensable para la relación con los dominadores.
¿Qué lengua hablaban los romanos? Como la ciudad de Roma está situada en la región del Latium -que fue al primera frontera de la expansión romamana-, su lengua se ha llamado latina.
El latín es una de las lenguas itálicas, grupo de lenguas hermanas habladas en la península de este nombre unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior, el itálico, la cual sólo conocemos a través de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la lengua indoeuropea es tambíen a través de sus descendientes: se conoce su existencia -que hubo de ser en época muy remota, anterior a los milenios a la invención de la escritura- por las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí geográficamente, semejanzas que sólo son explicables suponiendo un origen común. Así se sabe que, al lado del latín -con toda su descendencia- y las otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas célticas -tanto las que se hablaron en Hispania prerromana como las que hoy perviven en las Islas Británicas-, el griego, el albanés las lenguas germánicas, y las eslavas. Casi todas las lenguas de Europa pertenecen, pues, como el latín, a la familia indoeuropea.
Dentro de este árbol genealógico, el latín tuvo un destino muy singular. Empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la Península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antigüedad.
Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en Francia, en Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevoron los españoles, los portugueses y los franceses.
Un hecho religioso importante, el establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dió lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio Romano -desde el s.III hasta nuestros días- como lengua universal de la Iglesia católica.
También , la lengua latina alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la gran culturaq griega ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como consecuenmcia de esto, mucho después de la desaparición del Imperio romano, una larga época de la cultura moderna -del s.XV al XVIII-, recuperado el latín y las obras maestras de la poesia y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la Edad Media, como lengua universitaria y científica.
Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y como lengua eclesiástica es completamente artificial, a diferencia de la verdadera continuación que son las lenguas neolatinas, es decir, las "nuevas lenguas latinas", que también se llaman románicas o romances, y son : el francés, el provenzal, el italiano, el retrorrománico o romanche y el rumano, además de las lenguas que ahora se hablan en la Península Ibérica (a excepción del euskera).
Hispania fue declarada en seguida provinicia romana, y sus conquistadores, dotados de gran sentido práctico y talento organizador, fueron colonizando la mayor parte del territorio y explotando sus recursos humanos y naturales. Los hispanos, que se vieron obligados a incorporarse al modo de vida implantado por los romanos, hubieron de aprender, entre otras muchas cosas, el idioma de éstos. Aunque las viejas lenguas prolongaron su vida en algunos lugares durante muchos años (como el euskera), fueron poco a poco replegándose ante las ventajas que ofrecía el uso de una lengua oficial común, que a la vez era indispensable para la relación con los dominadores.
¿Qué lengua hablaban los romanos? Como la ciudad de Roma está situada en la región del Latium -que fue al primera frontera de la expansión romamana-, su lengua se ha llamado latina.
El latín es una de las lenguas itálicas, grupo de lenguas hermanas habladas en la península de este nombre unos siglos antes de Cristo, variedades de una lengua anterior, el itálico, la cual sólo conocemos a través de sus hijas. El itálico, a su vez, era una rama del antiquísimo tronco indoeuropeo. Todo lo que sabemos de la lengua indoeuropea es tambíen a través de sus descendientes: se conoce su existencia -que hubo de ser en época muy remota, anterior a los milenios a la invención de la escritura- por las numerosas semejanzas que se descubren en una serie de lenguas aparentemente muy distintas y hoy muy alejadas entre sí geográficamente, semejanzas que sólo son explicables suponiendo un origen común. Así se sabe que, al lado del latín -con toda su descendencia- y las otras lenguas itálicas, son indoeuropeas las lenguas célticas -tanto las que se hablaron en Hispania prerromana como las que hoy perviven en las Islas Británicas-, el griego, el albanés las lenguas germánicas, y las eslavas. Casi todas las lenguas de Europa pertenecen, pues, como el latín, a la familia indoeuropea.
Dentro de este árbol genealógico, el latín tuvo un destino muy singular. Empezó siendo la lengua de una comarca en el centro de la Península Itálica y llegó a ser, tras la expansión del poderío romano, la lengua del mayor imperio conocido en la antigüedad.
Hoy el latín vive, bajo distintas formas de evolución, en Portugal, en España, en Francia, en Bélgica, en los extensos territorios adonde lo llevoron los españoles, los portugueses y los franceses.
Un hecho religioso importante, el establecimiento de los pontífices cristianos en la ciudad de Roma, dió lugar a una larga pervivencia del idioma del Imperio Romano -desde el s.III hasta nuestros días- como lengua universal de la Iglesia católica.
También , la lengua latina alcanzó un gran nivel literario bajo el influjo que la gran culturaq griega ejerció sobre las clases letradas de Roma, y sirvió como vehículo a una importante producción científica. Como consecuenmcia de esto, mucho después de la desaparición del Imperio romano, una larga época de la cultura moderna -del s.XV al XVIII-, recuperado el latín y las obras maestras de la poesia y del saber antiguo en él escritas, revitalizó el estudio de este idioma y su cultivo, que ya venía de la Edad Media, como lengua universitaria y científica.
Pero esta vida del latín como lengua de la ciencia y como lengua eclesiástica es completamente artificial, a diferencia de la verdadera continuación que son las lenguas neolatinas, es decir, las "nuevas lenguas latinas", que también se llaman románicas o romances, y son : el francés, el provenzal, el italiano, el retrorrománico o romanche y el rumano, además de las lenguas que ahora se hablan en la Península Ibérica (a excepción del euskera).
1. El castellano. Origen y evolucion
Lenguas primitivas de la Península.-
Los primeros habitantes de la península Ibérica de los que se tiene noticia, pueblos de diversas procedencias, hablaron lenguas también diversas -célticas, ligures, ibéricas, etc.-; pero el conociemiento que tenemos de ellas es muy escaso y confuso. En algunas zonas del Sur de Levante, donde los fenicios (desde el s.XI a. C.) y los griegos (desde el VII a.C.) funadaron una serie de colonias, fueron habladas las lenguas de estos pueblos.
En el s.VII a.C. un nuevo pueblo fenicio, el de la ciudad de Cartago (en el Norte de África), tras establecer una colonia en la isla de Ibiza, inició una larga dominación en el Sur de la Península. Esta dominación, cuando los cartagineses lucharon contra los romanos y fueron vencidos por ellos, trajo como consecuencia un acontecimiento de importancia fundamental para la futura nacion española: la presencia, en el suelo ibérico, del pueblo, la cultura y la lengua de Roma.
La Península Ibérica fue romana desde finales del s. II a.C. hasta los comienzos del V a.C. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidado lo anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después.
De todas las lenguas que existían el la Península antes de la dominación romana -y que por ello llamamos prerromanas- sólo una quedó en pie y ha llegado viva hasta nuestras días: el euskera.
El vascuence no ha dejado de influir algo sobre la lengua castellana. Algunos rasgos fonéticos y algunos elementos morfológicos de ésta parecen ser de origen vasco; en el vocabulario se señalan algunos vasquismos.
También de las lenguas desaparecidas han quedado reliquias aisladas dentro del vocabulario español. Algunas de las palabras que se suelen citar como vasquismos pudieran proceder realmente de esas lenguas de donde pasaran juntamente al euskera y al castellano.
Donde más abundante es el recuerdo de aquellas viejas lenguas es en los nombres fósiles de la geografia. También infinidad de comarcas y regiones han conservado a través de más de dos mil años los nombres que ya tenían cuando empezó a existir en la historia esta Península, como los fenicios Cádiz y Málaga, y los celtas Sigüenza y Segovia.
Los primeros habitantes de la península Ibérica de los que se tiene noticia, pueblos de diversas procedencias, hablaron lenguas también diversas -célticas, ligures, ibéricas, etc.-; pero el conociemiento que tenemos de ellas es muy escaso y confuso. En algunas zonas del Sur de Levante, donde los fenicios (desde el s.XI a. C.) y los griegos (desde el VII a.C.) funadaron una serie de colonias, fueron habladas las lenguas de estos pueblos.
En el s.VII a.C. un nuevo pueblo fenicio, el de la ciudad de Cartago (en el Norte de África), tras establecer una colonia en la isla de Ibiza, inició una larga dominación en el Sur de la Península. Esta dominación, cuando los cartagineses lucharon contra los romanos y fueron vencidos por ellos, trajo como consecuencia un acontecimiento de importancia fundamental para la futura nacion española: la presencia, en el suelo ibérico, del pueblo, la cultura y la lengua de Roma.
La Península Ibérica fue romana desde finales del s. II a.C. hasta los comienzos del V a.C. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidado lo anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después.
De todas las lenguas que existían el la Península antes de la dominación romana -y que por ello llamamos prerromanas- sólo una quedó en pie y ha llegado viva hasta nuestras días: el euskera.
El vascuence no ha dejado de influir algo sobre la lengua castellana. Algunos rasgos fonéticos y algunos elementos morfológicos de ésta parecen ser de origen vasco; en el vocabulario se señalan algunos vasquismos.
También de las lenguas desaparecidas han quedado reliquias aisladas dentro del vocabulario español. Algunas de las palabras que se suelen citar como vasquismos pudieran proceder realmente de esas lenguas de donde pasaran juntamente al euskera y al castellano.
Donde más abundante es el recuerdo de aquellas viejas lenguas es en los nombres fósiles de la geografia. También infinidad de comarcas y regiones han conservado a través de más de dos mil años los nombres que ya tenían cuando empezó a existir en la historia esta Península, como los fenicios Cádiz y Málaga, y los celtas Sigüenza y Segovia.
lunes, 21 de abril de 2008
El lenguaje de los sms
El lenguaje utilizado hoy en día por los jóvenes para escribir mensajes es un lenguaje que suprime la mayoría de las vocales, algunas de las consonantes y otras consonantes son sustituidas (q por k).
Se ha creado un diccionario que regula este lenguaje en el que aparecen numerosas expresiones totalmente nuevas como por ejemplo: +a es igual a masa, a2 es igual a adiós, etc.
Este diccionario se ha confeccionado para que los adultos puedan entender el lenguaje utilizado por la mayoría de los jóvenes en los mensajes de teléfono.
El principal problema que surge es que los jóvenes no diferencian muchas veces el ámbito en el que utilizarlo ya que lo utilizan no sólo para los mensajes o chats sino también en el colegio e institutos.
Algunos filólogos creen que este lenguaje ayuda a los jóvenes a utilizar la síntesis de manera adecuada y a potenciar su rapidez de interpretación. Incluso en Francia se ha publicado un libro con dicho lenguaje.
En definitiva, el lenguaje de los sms es positivo siempre y cuando se utilice de manera adecuada y en el contexto correcto.
Se ha creado un diccionario que regula este lenguaje en el que aparecen numerosas expresiones totalmente nuevas como por ejemplo: +a es igual a masa, a2 es igual a adiós, etc.
Este diccionario se ha confeccionado para que los adultos puedan entender el lenguaje utilizado por la mayoría de los jóvenes en los mensajes de teléfono.
El principal problema que surge es que los jóvenes no diferencian muchas veces el ámbito en el que utilizarlo ya que lo utilizan no sólo para los mensajes o chats sino también en el colegio e institutos.
Algunos filólogos creen que este lenguaje ayuda a los jóvenes a utilizar la síntesis de manera adecuada y a potenciar su rapidez de interpretación. Incluso en Francia se ha publicado un libro con dicho lenguaje.
En definitiva, el lenguaje de los sms es positivo siempre y cuando se utilice de manera adecuada y en el contexto correcto.
jueves, 10 de abril de 2008
La diversidad lingüística en España
Javier Cubero
Cuando se pronuncia el nombre de un determinado país se suelen asociar a éste ciertos estereotipos fosilizados, por su uso y por su abuso, en el saber popular. La simplificación que conlleva el tópico conduce a una imagen uniforme y deformada de las complejas y variadas realidades que puede ofrecer cualquier Estado que atesore una larga Historia. De este modo, podría parecer que en España todas las personas gozan de la siesta, beben vino o sangría, comen paella, gustan de los espectáculos taurinos y hablan español. No se puede afirmar que la anterior sentencia sea totalmente falsa, tampoco que sea cierta, sino que no se ajusta a la realidad, y la realidad en España es un concepto plural que requiere muchos más matices que los que en este artículo se pueden ofrecer. En las líneas que aquí empiezan no se hablará de gastronomías o de costumbres, pero sí de esa parte esencial de la cultura que suponen los idiomas y de cómo las lenguas están fuertemente ligadas a la identidad de los colectivos humanos, identidades que, por otra parte, son difícilmente comparables.
Los españoles hablan español, pero no sólo español; una gran parte de la población es bilingüe y, en algunas ocasiones, trilingüe. El castellano, en un avance histórico continuo alcanzó todos los rincones de la geografía española, cruzó los mares y se alojó en lugares muy lejanos de la Península Ibérica, especialmente en América, donde crece con vigor enriqueciendo el importante acervo de los hispanohablantes. Esta lengua castellana o española, los dos nombres responden hoy en día al mismo idioma, se realiza gracias a una gran riqueza de dialectos y variedades, de algunas de estas formas de hablar tratará este texto, pero se ocupará especialmente de las otras lenguas que conviven en las tierras españolas.
La palabra "dialecto" motiva, con frecuencia, actitudes defensivas y puede herir algunas sensibilidades, extraña reacción en tanto que todos hablamos algún dialecto, puesto que la lengua es siempre una entidad abstracta que engloba los distintos modos en que ésta se produce. No se pretende aquí avivar esta polémica y se utilizará la palabra "lengua" en su sentido más amplio, al entender que cuando se habla de un idioma estándar se hace referencia a un objeto sólo existente en los manuales y diccionarios, pero no en la vida cotidiana, en la que nos comunicamos con nuestras propias variedades de algún idioma distinguible de otros.
En la actualidad son cuatro, cuando menos, las lenguas más habladas en España: tres tienen su origen en el latín, español, catalán y gallego; la cuarta es más antigua y su origen no ha podido ser determinado, se trata de la lengua vasca o eusquera (euskera en vascuence). A éstas cabe añadir el aranés, dialecto del gascón hablado en el Valle de Arán, que también recibe un tratamiento de lengua cooficial en su territorio. Por otra parte, el aragonés y el leonés son dos grupos de hablas que, procedentes del latín, no llegaron a adquirir el reconocimiento de lenguas y hoy son considerados dialectos del español. Un mapa acompaña este texto con el objetivo de situar aproximadamente en la geografía peninsular las lenguas que se hablan en España y también los principales dialectos del español en el territorio nacional (las Islas Canarias no aparecen en el mapa aunque sí se hace mención del importante dialecto canario). Sin embargo, el mapa tendría poca utilidad si no se ofrecieran unos mínimos apuntes históricos de la evolución de las citadas lenguas.
Con anterioridad a la llegada de los romanos ya se hablaba en el Norte de la Península Ibérica el vascuence, único idioma que resistió la intensa romanización del territorio peninsular; el Sur estaba ocupado por los turdetanos; los íberos habitaban el Este y, hacia el siglo VII a J. C., los celtas se asentaron en la zona de la actual Galicia, las regiones altas del Centro y amplias zonas del Sur. Es fácil pensar que hubo otros pueblos, todos ellos con sus propias lenguas. Con la ocupación romana se inició un proceso de unificación idiomática que implantó el latín en casi todo el territorio. El latín hablado por los habitantes de la Península era el llamado latín vulgar, con influencias de las lenguas anteriores. Hacia el siglo V se produce la invasión de los germanos que adoptarían el latín y ejercerían una nueva influencia en el idioma de los romanos. Con posterioridad, la ocupación de los árabes obligaría a los cristianos a retroceder hacia el norte de la Península y asentarse en los territorios más resguardados y con un acceso más difícil, en estas zonas del Norte y debido a la incomunicación entre ellas la lengua iría evolucionando de forma distinta en los distintos núcleos de resistencia y daría lugar a las diferentes lenguas españolas derivadas del latín, de Este a Oeste: catalán, aragonés, castellano, leonés y gallego. El avance de los cristianos hacia el Sur extendió las citadas lenguas que continuaron su evolución con evidentes influencias de la lengua árabe. A partir del siglo X empezarán a escribirse textos en las distintas lenguas que se convertirán en la prueba evidente de su independencia respecto del latín y entre ellas.
La situación actual de las lenguas habladas en España es muy desigual, el español es hablado en todo el territorio nacional y, además, desde la Transición a la Democracia, en el último cuarto del siglo XX, se ha producido un proceso de reconocimiento y recuperación de las distintas identidades culturales y lingüísticas que, con evidentes dificultades, han resistido la presión de la que fue durante mucho tiempo única lengua oficialmente reconocida. El mapa intenta reflejar la ubicación geográfica de los principales dialectos del español en la Península y también de las lenguas distintas del español y, por tanto, las más desconocidas. Las siguientes líneas intentan esbozar algunas circunstancias de cada uno de estos idiomas.
El catalán
Se considera que el catalán hablado aparece entre los siglos VIII y IX. Los primeros textos escritos en catalán que están documentados datan del siglo XII, son el "Liber iudiciorum", traducción al catalán de un código de leyes visigodas, y las "Homilies d’Organyà", primer texto escrito directamente en catalán, en el que se comentan algunos pasajes de los Evangelios. El idioma catalán fue la lengua de la Corona catalano-aragonesa, potencia mediterránea en constante expansión durante la Edad Media. Entre los siglos XIII y XV fue llevada a las Islas Baleares y a Valencia, Cerdeña, Sicilia, Nápoles y Grecia. La producción literaria culta en catalán sufrió una decadencia desde el siglo XVI hasta el XVIII aunque nunca se dejó de hablar. A partir del siglo XIX se inicia una nueva etapa de esplendor literario y normalización que dará paso a la fijación de las normas de esta lengua durante el siglo XX.
En la actualidad, la lengua catalana se habla en cuatro estados europeos: España, en las comunidades autónomas de Cataluña, Islas Baleares, Comunidad Valenciana, Aragón y Murcia (la llamada "Franja" de Aragón, constituida por las zonas próximas a Cataluña de las tres provincias aragonesas, y en el Carxe, territorio próximo a la Comunidad Valenciana); Andorra, donde es la única lengua oficial; Francia, en cinco comarcas integradas en el Departamento de los Pirineos Orientales; Italia, en l'Alguer o Alghero, ciudad de Italia, en la isla de Cerdeña, provincia de Sassari.
Se estima que la lengua catalana es entendida por nueve millones de personas y hablada por más de siete millones de personas, lo que la convierte en la séptima lengua europea en cuanto al número de hablantes.
En 1861, Manuel Milà i Fontanals, estableció la división dialectal del catalán en dos grandes zonas, occidental y oriental, basándose en criterios fonéticos principalmente. El catalán oriental agrupa cuatro dialectos: rosellonés, central, balear, alguerés y sus correspondientes subdialectos. El catalán occidental se subdivide en catalán "norte-occidental" y valenciano.
En la Comunidad Valenciana, por razones políticas, el catalán se denomina valenciano o lengua valenciana de forma oficial.
El gallego
La lengua gallega se formó en la zona comprendida entre el norte y el sur del Río Miño. En el siglo XII la zona del norte fue otorgada a doña Urraca por su padre, Alfonso VI de Castilla y León, quien asignó la zona del sur, desde el Miño hasta el Tajo, a su otra hija, doña Teresa. La extrema rivalidad entre ambas ocasionó la posterior independencia de Portugal y la frontera entre los dos reinos favoreció la progresiva escisión del gallego-portugués en dos lenguas distintas a partir del siglo XV. Durante el siglo XIII, el gallego-portugués, fue la lengua de la poesía junto con el provenzal. Por esta razón, Alfonso X, que propició un impulso definitivo de la lengua castellana, escribió sus composiciones poéticas en gallego-portugués por ser este idioma el de mayor prestigio para la composición en verso. Tras esta época de esplendor sufrió siglos de decadencia, aunque no se dejó de hablar, y resurgió en el siglo XIX con los escritores románticos.
El gallego es hablado por más de dos millones de personas y su proceso de normalización ha provocado una controversia entre quienes defienden la situación actual de la lengua y quienes desearían una mayor aproximación al portugués. Esta última lengua tiene presencia en territorio español en algunas zonas fronterizas de Castilla y Extremadura.
El vascuence o euskera
La lengua más antigua entre las que se hablan en España cuenta con casi un millón de hablantes. Su territorio ocupa la mayor parte del País Vasco y la mitad norte de Navarra y se extiende hasta Francia, en el Departamento de los Bajos Pirineos, donde alcanza los cien mil hablantes.
Su situación es muy diferente a la de las otras lenguas citadas:
En primer lugar, su origen es incierto, algunas teorías proponen un parentesco con las lenguas caucásicas que se hablan entre Rusia y Turquía, otras estudian su relación con algunas lenguas africanas, ninguna de las dos teorías puede basarse en pruebas aceptables y el origen de este idioma sigue constituyendo un enigma. Sí se sabe que no es una lengua indoeuropea y que se hablaba antes de la romanización de la Península en una amplia zona del Norte, entre Cantabria y el Valle de Arán como mínimo ("Arán" es un topónimo de origen vasco, "aran" significa valle).
En segundo lugar, el euskera no tiene la tradición literaria secular de las lenguas romances, los vascos utilizaron el castellano como lengua de cultura durante mucho tiempo y el euskera estuvo durante siglos encerrado en un ambiente familiar y rural.
La recuperación de la lengua, iniciada durante el siglo XIX, impulsó una literatura que va tomando fuerza y que cuenta ya con prestigiosos autores.
Siete son las variedades del euskera, a partir de ellas se ha unificado el llamado euskera "batua" que actualmente se enseña en las escuelas del País Vasco.
El aranés
El Valle de Arán es una zona situada en la parte central de los Pirineos, en la provincia catalana de Lérida. La población censada se halla en torno a los 7.000 habitantes. La situación del valle, orientada hacia Francia, y su difícil acceso durante siglos desde Cataluña y Aragón favorecieron la conservación de la lengua aranesa, que en realidad es un dialecto del gascón.
La lengua de Oc pertenece al grupo de lenguas románicas o neolatinas y está constituido por cinco grupos dialectales: el provenzal, el lemosín, el languedocino, el auvernés y el gascón. De los cinco grupos, el más alejado del catalán es el gascón. El gascón es un conjunto de dialectos, desaparecidos algunos, hablados en la Gascuña francesa. El aranés es uno de esos dialectos, pero su aislamiento y el hecho de que no se haya perdido le confieren un tratamiento legal de lengua, así es reconocido como idioma oficial del Valle de Arán por el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que también reconoce la autonomía y las instituciones propias del Valle (Conselh Generau d'Aran).
El aranés es la lengua de enseñanza en todos los centros de educación infantil y primaria del Valle de Aran. La población autóctona del Valle de Arán habla, por tanto, tres lenguas.
Respecto al español cabe recordar que es la lengua oficial de toda España y cooficial en aquellas comunidades donde se hablan los otros idiomas peninsulares que han sido reconocidos en sus correspondientes estatutos de autonomía. Tiene varios dialectos en el territorio español, entre ellos: el aragonés (recluido en los valles próximos a los Pirineos), el leonés, el bable o asturiano (en realidad se trata de un conjunto de dialectos muy próximos entre sí, llamados bables, hablados en Asturias); y dialectos meridionales como el andaluz (conjunto de hablas que tienen rasgos comunes), el canario, el extremeño (dialecto con base castellana e influjo leonés) y el murciano (dialecto con base castellana, pero con muchos rasgos de aragonés y de valenciano). Por otra parte, la línea divisoria entre las zonas norte de Aragón y Cataluña presenta una zona de hablas catalanas y aragonesas de transición, entre las que se puede destacar el benasqués.
Para concluir esta exposición debe mencionarse el caló, variante del romaní, hablado por las personas de etnia gitana y los dialectos árabes hablados en los territorios africanos de Ceuta, Melilla y en aquellas zonas que están acogiendo un gran número de inmigrantes norteafricanos durante los últimos años.
Cuando se pronuncia el nombre de un determinado país se suelen asociar a éste ciertos estereotipos fosilizados, por su uso y por su abuso, en el saber popular. La simplificación que conlleva el tópico conduce a una imagen uniforme y deformada de las complejas y variadas realidades que puede ofrecer cualquier Estado que atesore una larga Historia. De este modo, podría parecer que en España todas las personas gozan de la siesta, beben vino o sangría, comen paella, gustan de los espectáculos taurinos y hablan español. No se puede afirmar que la anterior sentencia sea totalmente falsa, tampoco que sea cierta, sino que no se ajusta a la realidad, y la realidad en España es un concepto plural que requiere muchos más matices que los que en este artículo se pueden ofrecer. En las líneas que aquí empiezan no se hablará de gastronomías o de costumbres, pero sí de esa parte esencial de la cultura que suponen los idiomas y de cómo las lenguas están fuertemente ligadas a la identidad de los colectivos humanos, identidades que, por otra parte, son difícilmente comparables.
Los españoles hablan español, pero no sólo español; una gran parte de la población es bilingüe y, en algunas ocasiones, trilingüe. El castellano, en un avance histórico continuo alcanzó todos los rincones de la geografía española, cruzó los mares y se alojó en lugares muy lejanos de la Península Ibérica, especialmente en América, donde crece con vigor enriqueciendo el importante acervo de los hispanohablantes. Esta lengua castellana o española, los dos nombres responden hoy en día al mismo idioma, se realiza gracias a una gran riqueza de dialectos y variedades, de algunas de estas formas de hablar tratará este texto, pero se ocupará especialmente de las otras lenguas que conviven en las tierras españolas.
La palabra "dialecto" motiva, con frecuencia, actitudes defensivas y puede herir algunas sensibilidades, extraña reacción en tanto que todos hablamos algún dialecto, puesto que la lengua es siempre una entidad abstracta que engloba los distintos modos en que ésta se produce. No se pretende aquí avivar esta polémica y se utilizará la palabra "lengua" en su sentido más amplio, al entender que cuando se habla de un idioma estándar se hace referencia a un objeto sólo existente en los manuales y diccionarios, pero no en la vida cotidiana, en la que nos comunicamos con nuestras propias variedades de algún idioma distinguible de otros.
En la actualidad son cuatro, cuando menos, las lenguas más habladas en España: tres tienen su origen en el latín, español, catalán y gallego; la cuarta es más antigua y su origen no ha podido ser determinado, se trata de la lengua vasca o eusquera (euskera en vascuence). A éstas cabe añadir el aranés, dialecto del gascón hablado en el Valle de Arán, que también recibe un tratamiento de lengua cooficial en su territorio. Por otra parte, el aragonés y el leonés son dos grupos de hablas que, procedentes del latín, no llegaron a adquirir el reconocimiento de lenguas y hoy son considerados dialectos del español. Un mapa acompaña este texto con el objetivo de situar aproximadamente en la geografía peninsular las lenguas que se hablan en España y también los principales dialectos del español en el territorio nacional (las Islas Canarias no aparecen en el mapa aunque sí se hace mención del importante dialecto canario). Sin embargo, el mapa tendría poca utilidad si no se ofrecieran unos mínimos apuntes históricos de la evolución de las citadas lenguas.
Con anterioridad a la llegada de los romanos ya se hablaba en el Norte de la Península Ibérica el vascuence, único idioma que resistió la intensa romanización del territorio peninsular; el Sur estaba ocupado por los turdetanos; los íberos habitaban el Este y, hacia el siglo VII a J. C., los celtas se asentaron en la zona de la actual Galicia, las regiones altas del Centro y amplias zonas del Sur. Es fácil pensar que hubo otros pueblos, todos ellos con sus propias lenguas. Con la ocupación romana se inició un proceso de unificación idiomática que implantó el latín en casi todo el territorio. El latín hablado por los habitantes de la Península era el llamado latín vulgar, con influencias de las lenguas anteriores. Hacia el siglo V se produce la invasión de los germanos que adoptarían el latín y ejercerían una nueva influencia en el idioma de los romanos. Con posterioridad, la ocupación de los árabes obligaría a los cristianos a retroceder hacia el norte de la Península y asentarse en los territorios más resguardados y con un acceso más difícil, en estas zonas del Norte y debido a la incomunicación entre ellas la lengua iría evolucionando de forma distinta en los distintos núcleos de resistencia y daría lugar a las diferentes lenguas españolas derivadas del latín, de Este a Oeste: catalán, aragonés, castellano, leonés y gallego. El avance de los cristianos hacia el Sur extendió las citadas lenguas que continuaron su evolución con evidentes influencias de la lengua árabe. A partir del siglo X empezarán a escribirse textos en las distintas lenguas que se convertirán en la prueba evidente de su independencia respecto del latín y entre ellas.
La situación actual de las lenguas habladas en España es muy desigual, el español es hablado en todo el territorio nacional y, además, desde la Transición a la Democracia, en el último cuarto del siglo XX, se ha producido un proceso de reconocimiento y recuperación de las distintas identidades culturales y lingüísticas que, con evidentes dificultades, han resistido la presión de la que fue durante mucho tiempo única lengua oficialmente reconocida. El mapa intenta reflejar la ubicación geográfica de los principales dialectos del español en la Península y también de las lenguas distintas del español y, por tanto, las más desconocidas. Las siguientes líneas intentan esbozar algunas circunstancias de cada uno de estos idiomas.
El catalán
Se considera que el catalán hablado aparece entre los siglos VIII y IX. Los primeros textos escritos en catalán que están documentados datan del siglo XII, son el "Liber iudiciorum", traducción al catalán de un código de leyes visigodas, y las "Homilies d’Organyà", primer texto escrito directamente en catalán, en el que se comentan algunos pasajes de los Evangelios. El idioma catalán fue la lengua de la Corona catalano-aragonesa, potencia mediterránea en constante expansión durante la Edad Media. Entre los siglos XIII y XV fue llevada a las Islas Baleares y a Valencia, Cerdeña, Sicilia, Nápoles y Grecia. La producción literaria culta en catalán sufrió una decadencia desde el siglo XVI hasta el XVIII aunque nunca se dejó de hablar. A partir del siglo XIX se inicia una nueva etapa de esplendor literario y normalización que dará paso a la fijación de las normas de esta lengua durante el siglo XX.
En la actualidad, la lengua catalana se habla en cuatro estados europeos: España, en las comunidades autónomas de Cataluña, Islas Baleares, Comunidad Valenciana, Aragón y Murcia (la llamada "Franja" de Aragón, constituida por las zonas próximas a Cataluña de las tres provincias aragonesas, y en el Carxe, territorio próximo a la Comunidad Valenciana); Andorra, donde es la única lengua oficial; Francia, en cinco comarcas integradas en el Departamento de los Pirineos Orientales; Italia, en l'Alguer o Alghero, ciudad de Italia, en la isla de Cerdeña, provincia de Sassari.
Se estima que la lengua catalana es entendida por nueve millones de personas y hablada por más de siete millones de personas, lo que la convierte en la séptima lengua europea en cuanto al número de hablantes.
En 1861, Manuel Milà i Fontanals, estableció la división dialectal del catalán en dos grandes zonas, occidental y oriental, basándose en criterios fonéticos principalmente. El catalán oriental agrupa cuatro dialectos: rosellonés, central, balear, alguerés y sus correspondientes subdialectos. El catalán occidental se subdivide en catalán "norte-occidental" y valenciano.
En la Comunidad Valenciana, por razones políticas, el catalán se denomina valenciano o lengua valenciana de forma oficial.
El gallego
La lengua gallega se formó en la zona comprendida entre el norte y el sur del Río Miño. En el siglo XII la zona del norte fue otorgada a doña Urraca por su padre, Alfonso VI de Castilla y León, quien asignó la zona del sur, desde el Miño hasta el Tajo, a su otra hija, doña Teresa. La extrema rivalidad entre ambas ocasionó la posterior independencia de Portugal y la frontera entre los dos reinos favoreció la progresiva escisión del gallego-portugués en dos lenguas distintas a partir del siglo XV. Durante el siglo XIII, el gallego-portugués, fue la lengua de la poesía junto con el provenzal. Por esta razón, Alfonso X, que propició un impulso definitivo de la lengua castellana, escribió sus composiciones poéticas en gallego-portugués por ser este idioma el de mayor prestigio para la composición en verso. Tras esta época de esplendor sufrió siglos de decadencia, aunque no se dejó de hablar, y resurgió en el siglo XIX con los escritores románticos.
El gallego es hablado por más de dos millones de personas y su proceso de normalización ha provocado una controversia entre quienes defienden la situación actual de la lengua y quienes desearían una mayor aproximación al portugués. Esta última lengua tiene presencia en territorio español en algunas zonas fronterizas de Castilla y Extremadura.
El vascuence o euskera
La lengua más antigua entre las que se hablan en España cuenta con casi un millón de hablantes. Su territorio ocupa la mayor parte del País Vasco y la mitad norte de Navarra y se extiende hasta Francia, en el Departamento de los Bajos Pirineos, donde alcanza los cien mil hablantes.
Su situación es muy diferente a la de las otras lenguas citadas:
En primer lugar, su origen es incierto, algunas teorías proponen un parentesco con las lenguas caucásicas que se hablan entre Rusia y Turquía, otras estudian su relación con algunas lenguas africanas, ninguna de las dos teorías puede basarse en pruebas aceptables y el origen de este idioma sigue constituyendo un enigma. Sí se sabe que no es una lengua indoeuropea y que se hablaba antes de la romanización de la Península en una amplia zona del Norte, entre Cantabria y el Valle de Arán como mínimo ("Arán" es un topónimo de origen vasco, "aran" significa valle).
En segundo lugar, el euskera no tiene la tradición literaria secular de las lenguas romances, los vascos utilizaron el castellano como lengua de cultura durante mucho tiempo y el euskera estuvo durante siglos encerrado en un ambiente familiar y rural.
La recuperación de la lengua, iniciada durante el siglo XIX, impulsó una literatura que va tomando fuerza y que cuenta ya con prestigiosos autores.
Siete son las variedades del euskera, a partir de ellas se ha unificado el llamado euskera "batua" que actualmente se enseña en las escuelas del País Vasco.
El aranés
El Valle de Arán es una zona situada en la parte central de los Pirineos, en la provincia catalana de Lérida. La población censada se halla en torno a los 7.000 habitantes. La situación del valle, orientada hacia Francia, y su difícil acceso durante siglos desde Cataluña y Aragón favorecieron la conservación de la lengua aranesa, que en realidad es un dialecto del gascón.
La lengua de Oc pertenece al grupo de lenguas románicas o neolatinas y está constituido por cinco grupos dialectales: el provenzal, el lemosín, el languedocino, el auvernés y el gascón. De los cinco grupos, el más alejado del catalán es el gascón. El gascón es un conjunto de dialectos, desaparecidos algunos, hablados en la Gascuña francesa. El aranés es uno de esos dialectos, pero su aislamiento y el hecho de que no se haya perdido le confieren un tratamiento legal de lengua, así es reconocido como idioma oficial del Valle de Arán por el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que también reconoce la autonomía y las instituciones propias del Valle (Conselh Generau d'Aran).
El aranés es la lengua de enseñanza en todos los centros de educación infantil y primaria del Valle de Aran. La población autóctona del Valle de Arán habla, por tanto, tres lenguas.
Respecto al español cabe recordar que es la lengua oficial de toda España y cooficial en aquellas comunidades donde se hablan los otros idiomas peninsulares que han sido reconocidos en sus correspondientes estatutos de autonomía. Tiene varios dialectos en el territorio español, entre ellos: el aragonés (recluido en los valles próximos a los Pirineos), el leonés, el bable o asturiano (en realidad se trata de un conjunto de dialectos muy próximos entre sí, llamados bables, hablados en Asturias); y dialectos meridionales como el andaluz (conjunto de hablas que tienen rasgos comunes), el canario, el extremeño (dialecto con base castellana e influjo leonés) y el murciano (dialecto con base castellana, pero con muchos rasgos de aragonés y de valenciano). Por otra parte, la línea divisoria entre las zonas norte de Aragón y Cataluña presenta una zona de hablas catalanas y aragonesas de transición, entre las que se puede destacar el benasqués.
Para concluir esta exposición debe mencionarse el caló, variante del romaní, hablado por las personas de etnia gitana y los dialectos árabes hablados en los territorios africanos de Ceuta, Melilla y en aquellas zonas que están acogiendo un gran número de inmigrantes norteafricanos durante los últimos años.
lunes, 7 de abril de 2008
Español o Castellano
Esta lengua también se llama castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como 'lengua de Castilla'.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado "Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres "(1943).
Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti. Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición.
Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen controvertido.
En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado "Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres "(1943).
Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti. Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición.
Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen controvertido.
Cambio lingüístico: las palabras menos usadas
Las palabras menos usadas son las que más rápido evolucionan y, en consecuencia, las que consiguen hacer que las lenguas de una misma familia se distancien con el paso del tiempo. Esto lo revela un estudio de científicos norteamericanos e ingleses que ha analizado el léxico del español, entre otros idiomas."La frecuencia con la que las palabras son utilizadas en las lenguas modernas predice el tiempo que tardarán en ser sustituidas por otras en los próximos milenios", afirman los expertos en un artículo que publica en su último número la revista científica británica NaturePara llegar a esta conclusión, que da sentido a algunas de las diferencias en las palabras de idiomas procedentes de una misma familia, se analizaron los corpus lexicológicos del griego moderno, del ruso, eel inglés y del español, y se los comparó con los términos utilizados en otros idiomas indoeuropeos.Así, los expertos ponen como ejemplo el término pájaro, poco utilizado, según ellos, en la formación de oraciones, y que en consecuencia ha adoptado una forma muy diversa en las distintas lenguas indoeuropeas: oiseau (francés), uccello (italiano), bird (inglés) y vogel (alemán).En el lado opuesto, el de la escasa diferenciación, se sitúa la palabra agua, que en su vertiente latina se puede leer eau (francés), acqua (italiano) o água (portugués) y que en la germana ofrece formas como water (inglés), wasser (alemán) o vatten (sueco)."La diversidad de idiomas tan destacada –hay unas 7.000 lenguas vivas en el mundo– es producto de este proceso que viene desarrollándose durante milenios", explican los investigadores de la Universidad británica de Reading y del Instituto estadounidense de Santa Fe."Los idiomas ancestrales se dividieron para formar lenguas hijas que se fueron diferenciando a la misma velocidad a la que su léxico, su fonología y su gramática eran reemplazados por nuevas formas", añaden.Los expertos predicen que en los próximos diez milenios las palabras que menos cambiarán serán los numerales o los pronombre interrogativos como qué, quién, cuándo, que guardan muchas similitud entre las lenguas de las distintas familias indoeuropeas.Tampoco variarán los términos lengua – langue (francés), lingua (italiano)–, noche – nuit, notte– o el verbo morir –mourir, morire."En los idiomas, los numerales, los pronombres y los adverbios especiales son los que más lento evolucionan por su alta frecuencia de uso. Estos miembros del discurso parecen importantes para el significado de la comunicación hablada, y pueden por eso ser objeto de una mayor selección", explican los científicos."Los términos que más rápido cambian incluyen las conjunciones, las preposiciones y los adjetivos", cuya función es más prescindible en el discurso, añaden.
Información obtenida de:http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2008/marzo/cambio.html
Información obtenida de:http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2008/marzo/cambio.html
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